Inicio HISTORIA Las 4 Partes Más Contaminadas del Pollo y Por Qué Deberías Evitarlas.

Las 4 Partes Más Contaminadas del Pollo y Por Qué Deberías Evitarlas.

El pollo es una de las carnes más consumidas en el mundo gracias a su sabor, versatilidad y accesibilidad. Sin embargo, no todas sus partes son igual de saludables. Algunas pueden ser focos de bacterias, toxinas y grasas perjudiciales para la salud. A continuación, te contamos cuáles son las cuatro partes más contaminadas del pollo y por qué deberías pensarlo dos veces antes de incluirlas en tu dieta.

1. La piel del pollo Aunque muchas personas disfrutan de la piel del pollo por su textura crujiente al cocinarse, esta parte es una de las más problemáticas. La piel contiene una gran cantidad de grasa saturada, lo que puede elevar los niveles de colesterol malo (LDL) en la sangre, aumentando el riesgo de enfermedades cardiovasculares.

Pero más allá de la grasa, la piel también actúa como una barrera protectora del ave, acumulando residuos de antibióticos, hormonas y pesticidas utilizados durante la cría intensiva. Además, si no se cocina correctamente, puede albergar bacterias como Salmonella o Campylobacter, que son responsables de miles de casos de intoxicación alimentaria cada año.

Consejo: Si vas a consumir pollo, es mejor retirar la piel antes de cocinarlo para reducir la ingesta de grasa y evitar posibles contaminantes.

2. El cuello del pollo El cuello del pollo es una parte que a menudo se utiliza para caldos o sopas, pero también es una zona propensa a la contaminación. Durante el proceso de sacrificio y evisceración, esta área entra en contacto con fluidos internos y puede retener bacterias si no se manipula adecuadamente.

Además, en el cuello se concentran muchas de las glándulas linfáticas, que pueden acumular toxinas del cuerpo del animal. Estas toxinas no siempre se eliminan completamente durante la cocción, especialmente si se hierve en lugar de someterse a altas temperaturas.

Consejo: Si decides usar el cuello para preparar caldos, asegúrate de cocinarlo durante un tiempo prolongado a fuego alto y desechar la carne antes de consumir el líquido.

3. Los órganos internos (vísceras) El hígado, el corazón y la molleja del pollo son considerados por algunos como «delicias», pero también son órganos altamente expuestos a toxinas. El hígado, por ejemplo, es el principal órgano desintoxicante del cuerpo, y por tanto, puede contener restos de antibióticos, metales pesados y otros compuestos tóxicos si el ave ha sido criada en condiciones industriales.

Aunque estos órganos son ricos en nutrientes como hierro y vitamina A, el riesgo de contaminación es elevado si no se manipulan ni cocinan adecuadamente. Incluso pueden ser portadores de parásitos si no se compran en lugares confiables.

Consejo: Si consumes vísceras, hazlo con moderación y asegúrate de comprarlas frescas y de fuentes confiables.

4. El recto y la parte trasera (popularmente conocido como «el obispo») Esta parte, aunque pequeña, es una de las más insalubres del pollo. Se encuentra cerca del orificio por donde el ave excreta sus desechos, y es muy difícil de limpiar por completo. Aunque se puede cocinar, muchas personas la evitan justamente por esta razón.

Además, contiene glándulas sebáceas que pueden acumular grasa y toxinas. El consumo habitual de esta parte puede incrementar la exposición a bacterias intestinales si no se cocina a temperaturas suficientemente altas.

Consejo: Si vas a cocinar esta parte, asegúrate de lavarla y cocinarla a fondo, aunque lo ideal es evitarla por completo.

Conclusión No se trata de satanizar el consumo de pollo, sino de hacerlo con conciencia. Elegir bien las partes que consumes y cocinarlas correctamente puede marcar una gran diferencia en tu salud. Siempre es mejor optar por cortes magros como la pechuga, retirar la piel y asegurarte de adquirir pollo de criaderos responsables o ecológicos.

La seguridad alimentaria comienza en casa: infórmate, selecciona con cuidado y cocina con responsabilidad.

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